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PARTE III — NOVELA BREVEROSA LÍRICA

El Dilema de Roberto

Drama psicológico: cinco voces interiores, una tentación y la coherencia
puesta a prueba en una sola noche.

Disponible

El jueves en la noche, Roberto sabe dónde está Verónica: con clientes. El silencio le corroe. Para soportarlo, su mente se fractura en cinco presencias: Ilusión, Silencio, Sacrificio, Lógica y Agapio. Lógica le susurra que un encuentro breve con Lucía, una escort que llega a su puerta, no dejaría huella; Sacrificio le advierte que sería hacerse cómplice de la misma dinámica que detesta. Las demás voces le ofrecen rutas de escape: negación, entumecimiento, abnegación o una postura de principios. La negativa de Roberto no surge de cumplir una promesa —no existe tal promesa— sino de no refrendar con sus propios actos la misma mercantilización que hiere a Verónica. Cuando Lucía se va, el vacío sigue allí, pero también la certeza de haber resistido. El domingo, un mensaje de Verónica —“Te sentí conmigo… gracias”— se convierte en la prueba frágil de que su contención tuvo sentido.

Selección

Extracto 
En el umbral

Roberto alzó la mirada hacia Silencio. En aquel rostro agotado de su propia conciencia vio reflejada toda su miseria. Los ojos de Silencio brillaban con lágrimas fantasmales que jamás llegarían a caer. Roberto quería aferrarse a esa idea de resignación compartida: a la triste nobleza de sufrir en sincronía con Verónica, de acompañarla en la distancia con su propia abstinencia. Era una idea amarga y cruel… pero extrañamente tenía un tinte de justicia poética que llamaba a la puerta de su corazón destrozado. Aun así, su alma dolía con solo contemplarla. Tras las palabras de Silencio, cayó sobre ellos un mutismo largo y denso. Ninguno de esos espectros interiores añadió nada más. Las cinco figuras —Lógica, Agapio, Ilusión, Sacrificio y Silencio— se quedaron alrededor de Roberto, calladas ahora, observándolo en una quietud expectante. Ya no discutían: cada cual sostenía su propio silencio como una piedra. En sus miradas se podía ver un duelo anticipado. Lógica estudiaba a Roberto con fría meticulosidad; Agapio lo contemplaba con ternura afligida; Ilusión tenía los ojos anegados en lágrimas suplicantes; Sacrificio mostraba la resignación solemne de un mártir; Silencio reflejaba una derrota vacía. Todos aguardaban, como un jurado silencioso cuyo veredicto final dependía del propio acusado. Roberto sintió que las palabras de cada uno lo habían calado hasta los huesos, perforándolo con verdades y tentaciones envenenadas. Su respiración era superficial, apenas un jadeo contenido. Con manos trémulas, tomó al fin el portarretratos de Verónica que yacía boca abajo sobre la mesa. Lo levantó con cuidado, dándole la vuelta. La sonrisa luminosa de Verónica reapareció en la semioscuridad de la sala; verlo le produjo a Roberto un dolor dulce y punzante. Sus ojos se humedecieron al contemplar ese rostro tan amado como inaccesible. Una lágrima silenciosa le rodó por la mejilla. —¿Qué quieres que haga? —susurró, dirigiéndose a la foto como si esperara que la imagen le respondiera, con la certeza imposible de que sabría la verdad.

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