
El otro lado comienza décadas antes de los eventos de los volúmenes anteriores, con la niñez de Verónica en Colombia: nacida en la pobreza, sin conocer a su padre, retirada de la escuela antes del bachillerato para trabajar y sostener a su familia. A los veinte años es madre soltera; después se casa con otro hombre, pero la relación fracasa. Buscando estabilidad y oportunidades, se traslada a Mallorca, donde toma la decisión pragmática de trabajar como escort para sobrevivir económicamente. La memoria ofrece un relato franco y sin adornos de este período —sin glamur, pero mostrado a través del lente de la astucia y la resiliencia. Construye una carrera en un mundo donde el atractivo es moneda y el desapego emocional, armadura. Entonces, una cita lo cambia todo: un cliente reservado pero intensamente presente, llamado Roberto, que solo quiere compañía sensual y estrictamente sin sexo. Una hora se convierte en una noche, una noche en un patrón —y, sin que ninguno lo busque, en una vida juntos. La relación desafía todas las barreras aparentes: idioma, cultura, estatus socioeconómico, educación y, sobre todo, su profesión. La memoria sigue este amor improbable a través de altos vertiginosos y caídas dolorosas: desde los retos de su temperamento creativo y su pragmatismo a prueba de todo, hasta los juicios externos que enfrentan, y las batallas privadas por la confianza y el cambio. El arco del libro resuelve lo que en los volúmenes anteriores queda en ambigüedad: con el amor no como ideal de cuento de hadas, sino como una realidad costosa y arduamente ganada —un triunfo que justifica el precio pagado. Responde, en términos vívidos y profundamente personales, a la pregunta que lo atraviesa: ¿cómo puede una chica nacida en la pobreza en Colombia, que se convirtió en escort para sobrevivir, terminar siendo la esposa de un escritor conservador pero apasionado —y el amor de su vida?
Selección
Extracto 1
Hora del Sí
(del Capítulo 5)
2:17 de la madrugada, la cocina a oscuras, el celular boca abajo. La nevera zumbaba; el imán de Dios es Fiel torcido, como si me estuviera oyendo. Tenía las manos planas sobre la mesa hasta que el temblor se fue; contaba las respiraciones cortas para que el vaso no vibrara. Ya había orado por otra salida. Había intentado todos los caminos y ninguno me dio. Había que comprar comida, pagar arriendo, mandar las medicinas de mi mamá, traer de vuelta a mi hijo. Yo no quería esto. Pero no vi otra manera. Así que lo dije sin rodeos. Sí. Decidí trabajar de escort. No lo maquillé. No lo llamé valentía. Puse la frase frente a mí y la dejé caer pesada. Sí al trabajo que jamás soñé. Sí a que los hombres alquilen lo que nunca debió ponerse en arriendo. Sí porque la supervivencia gritaba más duro que la vergüenza. Si entro en esto, me va a tocar aprender palabras nuevas—quizá hasta escogerme otro nombre—pero después, no ahora. No hubo alivio, solo una calma apretada. En algún lugar dentro de mí la balanza se inclinó—lo justo para sentirlo. La nevera marcaba el tiempo. El piso aprendió una gramática nueva bajo mis pies. —del Capítulo 5, Entre Amén y Sí
Extracto 2
Apertura —
La misericordia
de la infancia
(del Capítulo 1)
Nací siendo nadie, hija de nadie, en una fila larga de nadie. Tal vez te cueste creerlo, porque ahora soy suficiente “alguien” como para que estés leyendo mi historia. Pero esto no empezó así; ni siquiera iba por ahí hasta que una noche me cambió la vida. Me estoy adelantando. Volvamos al comienzo. Nací el domingo 18 de junio de 1988, en Quimbaya, Colombia, un pueblito cafetero en las lomas del Quindío, donde la vida giraba alrededor de la cosecha y todo el mundo conocía a todo el mundo… La niñez es una especie de misericordia; yo todavía no conocía el dolor que me iba a marcar. Esa misericordia se acabó cuando nos mudamos a Pereira y empecé el colegio. Casi de inmediato vi lo que antes no veía: no era solo que fuéramos pobres; éramos distintos… —del Capítulo 1, La misericordia de la infancia